martes, 22 de junio de 2010

De renner (El ciclista)

La verdad es que me apetecía escribir y, a falta de "pan" ("post" sobre salidas en bici) haré una "torta" (escribir sobre literatura ciclista) y, con ello, "llenaremos" un poco el "estómago" de este "blog", que anda un tanto vacío. ¡Eso sí, no nos olvidemos de la Nocturna que la tenemos abandonada, compañeros!

Hace tiempo hablé con Emili del magnífico libro que Lance Armstrong hizo sobre su prodigiosa recuperación de un cáncer que hizo peligrar no sólo su carrera ciclista sino, incluso, su vida. Por supuesto, tanto Emili como yo lo leímos y nos hizo entender una diferente manera de "saber luchar" en la vida, aplicada a través del deporte que, actualmente, practicamos. ¡Gran recomendación para todos los amantes del ciclismo, sin duda!

Pero hoy os voy a hablar de un nuevo "descubrimiento" por mi parte. Se trata de un libro explicativo de las emociones y pensamientos que tenemos los ciclistas cuando estamos inmersos en una competición, sea al nivel que sea. Porque, pretendáis "engañarme" o no, cuando salimos con la bicicleta en grupo, afloran, interiormente, sentimientos y otro tipo de sensaciones, Se trata del libro "De renner" ("El Ciclista") de Tim Krabbé, escrito en 1.978 y recientemente traducido al castellano por la Editorial "Los libros del Lince".


Dicho libro es una narración del autor de su participación, como ciclista aficionado, en el Tour du Mont Aigoual -en el que acabó segundo, perdiendo el "sprint" por media rueda-, que se celebraba -o se celebra, no lo sé- en el sur de Francia, concretamente en la localidad de Meyrueis, cuya ascensión más alta es al citado Mont Aigoual, muy cerca del Col du Perjuret, cuya cima hizo famosa Roger Rivière en el Tour de Francia 1.960. Todo ello, en el incomparablemente bello -he visto varias fotos- marco de las Cévennes, en el departamento de la Lozère, cerca de Nîmes y Montpellier. Un magnífico parque natural protegido.

¿Por qué me atrae este libro? ¡Pues porque habla, sin tapujos, de lo que siente un corredor cuando está compitiendo contra otros y contra sí mismo! Como nadie lo ha hecho nunca. Sensaciones sobre los rivales, sobre uno mismo, sobre el sufrimiento y la alegría, al unísono, cuando se está encima de una bicicleta. Y, sobretodo, del espíritu combativo y de resistencia del hombre. Porque, en definitiva, ¿no es eso lo que hacemos viviendo? ¡Resistir, luchar y pelear! No pelea en el sentido medieval de la palabra. No se debería pelear así hoy en día. Es más una lucha interna por y con tus prójimos, que te hacen, día a día, mejorar y, por ello, resistir. Porque una cosa está clara: cuanto más resistes, más vives y más puedes aportar por tí, por tu mundo.

Krabbé habla de sus rivales -a los que, paradójicamente, respeta- y los califica y clasifica. ¡Genial! Más de una vez compitiendo nos hemos sentido así al respecto de alguien -"¡qué rabia, me ha ganado!", "¡no entiendo como me ha podido ganar si es peor que yo!", etc.-, pero, tras ello, el ser humano que ha luchado en su interior con esos pensamiento ha seguido adelante, feliz de, por lo menos, haber intentado hacerlo lo mejor posible. Por supuesto, con la madurez, las satisfacciones en nuestras actividades se van reduciendo. Posiblemente, la "lucha" diaria de nuestro futuro será, únicamente, levantarnos de la cama y poder saludar o hablar con nuestros seres queridos y amigos. Y, ahí, sin duda, la experiencia de nuestra vida nos hará saber llevarlo.

Será porque me une con Krabbé el hecho de que, al igual que yo, somos maestros de ajedrez. No quiero dejar pasar esa analogía -¡tendré que escribir un libro para poder "empatar" con él!- ya que el ajedrez es, con mucho, el deporte que más desarrolla ese espíritu de lucha interna. No sé Krabbé pero yo -y esto lo digo rotundamente- siempre he jugado al ajedrez "luchando" no contra el rival, ni siquiera contra sus ideas, sino contra el juego en sí. Intentando ganar al juego, no al rival. Lo mismo pienso del ciclismo: el terreno, las condiciones climatológicas, los compañeros que van más rápido, mi propia condición física: ¡no pueden impedir que luche contra mis propias limitaciones, minimizando mi voluntad! ¡No! Eso Krabbé lo explica maravillosamente en su libro. A pesar de lo que piensa de sus rivales, a medida que avanza la narración, lo que realmente nos quiere transmitir es la lucha consigo mismo para conseguir su meta: ¡hacerlo bien, sencillamente eso!

Hay varios párrafos interesantes que nos demuestran los motivos por los que hacemos ciclismo. Mucha gente dirá que es una actividad absurda: ¿para qué subir una montaña si, luego, hay que bajarla? ¿Qué interés se tiene en sufrir físicamente sin motivo ninguno? ¿Váis a vivir mejor por ello? ¡No es una cuestión así! No es nada más que la voluntad: el querer hacer algo que te haga sentir vivo. Otros realizarán otro tipo de actividades y, también, podríamos cuestionarlas de la misma forma. Si cualquier actividad fuese banal, ¿para qué realizarla? Mejor aún: ¿por qué no nos morimos ya? Al fin y al cabo, desde que te levantas por la mañana tienes la agenda llena de actividades, ¡incluido el hecho comer cada día!

Dice Krabbé en el que considero mejor párrafo del libro: "¿Por qué rodamos nosotros los ciclistas? Si le preguntas a un alpinista por qué sube montañas, te responderá: "Porque están ahí". Por lo que yo sé, nadie ha comentado lo absurdo de esa respuesta. LA VOLUNTAD DEL ALPINISTA NO SURGE DE LA MONTAÑA, SINO QUE EXISTE A PESAR DE LA MONTAÑA. La voluntad del alpinista no es algo tan banal que precise para su existencia de algo tan aleatorio como la apariencia externa de la Tierra. Aunque la Tierra fuese lisa como una bola de billar, habría alpinistas: los auténticos alpinistas. El auténtico alpinista se avergonzaría de que su voluntad se viese moldeada por cosas de un orden inferior como las montañas." ¿Está clara la metáfora, no? Nada hay que nuestra voluntad no pueda dominar. Y esa reflexión se percibe en todas y cada una de las páginas del libro.

Y nada mejor, para acabar este "rollo metafísico" que os he introducido en el "blog" que las mejores palabras sobre el ciclismo y los que pedaleamos encima de una bicicleta que el siguiente párrafo del libro de Krabbé, en el que, tras explicar el sufrimiento del ciclista en situaciones extremas provocadas por la sabia, arrogante e imprevisible Madre Naturaleza en algunas pruebas de antaño, reflexiona: "Ah, quién habría sido ciclista en aquellos tiempos. Porque tras pasar la línea de meta todo el sufrimiento se transforma en placer; cuanto mayor sea el sufrimiento, mayor será también el placer. Esa es la recompensa que la naturaleza otorga a los ciclistas por el homenaje que le rinden con sus padecimientos. La naturaleza es una anciana dama con pocos pretendientes, y a los que aún desean beneficiarse de sus encantos los recompensa de manera apasionada. Por eso hay ciclistas".

Solo añadir que, a su vez, el relato tiene sus toques de humor sobre otros ciclistas y otras personas ajenas a nuestro deporte. Anécdotas y reflexiones sobre el ciclismo que, sin duda, me han hecho pasar unas noches agradables. Si lo leéis, ¡disfrutadlo!

3 comentarios:

Mosquito Navarro dijo...

Jesús Alberto, este libro lo escribió un antepasado espartano tras tomar diversas sustancias no reconocidas por la Federación Ciclista Internacional...

Menudo prólogo nos has hecho...

Saludos...

Alberto Lázaro dijo...

¡Ja,ja, tocayo Alberto! No sé que sustancias habrá tomado pero ya te digo que Krabbé habrá tenido más de un "subidón" de endorfina mientras competía. De todas maneras, quédate con lo mejor de su libro.

Por cierto, Platicos: ¡cuidadme bien al caniguense Jorge el día 04! Devolvedlo sano y salvo a nuestras tierras....

¡Y cómprate el libro: pedalearás mejor!

Anónimo dijo...

Menos mal que no querias escribir! je,je